Queridos amigos: como bien sabéis,
soy sarraceno en tierra infiel y vivo en pecado con una cristiana. Sin embargo,
y a diferencia de Otelo, yo confío plenamente en mi señora, que podría pedirme
educadamente que me esfumara pero que, hasta la fecha, no lo ha hecho. Supongo
que será por algo.
Mi costilla, que por fortuna o
por desgracia es un híbrido entre botifler de rancia cuna y protestante
centroeuropea, nació en la que fue la
hermosa Medina Majurca. Carece de fortuna y prefiere hablarnos a mí y a nosso -por
ahora- único vástago en castellà, aunque también podría hacerlo con mayor o
menor soltura en la llengua d’en Ausiàs March, en la de Milton, en la de Edith
Piaf o en la de Kafka. También sabe jurar en arameo, pero esa es otra historia.
En Gomila, nuestro mestizo barrio,
ya nos han confundido con bálticos blancos, con moros de marea, con guiris
nacidos de una gamba y -en una ocasión- hasta con una familia mandinga (en
realidad el confundido vendía cupones de la ONCE y en la penumbra no pudo
distinguir el tono de nuestras pieles).
Nuestra extraordinaria mezcla de
sangres nos ha hecho inmunes a los berridos proferidos por papanatas que ondean
banderas, pero nuestra experiencia en el noble arte del cambio de domicilio nos
ha hecho también precavidos: ¡cuántas
buenas personas perdieron su cabeza por el arranque de un atontao que se creía
mejor que ellos!
Todo esto era sólo para pediros
que seáis buenos, que no os comportéis como estúpidos e insolidarios patanes, que
seáis comprensivos ante la diversidad, que dejéis en paz los trapos de
colorines y que respondáis con una sonrisa a todo el que no haya demostrado no
merecerla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario