miércoles, 17 de octubre de 2012

Fatima

Fatima era gorda, sudaba por el bigote y olía a cordero viejo, pero sus besos sonoros, su infinita alegría y su cuscús imperial hacían de ella la mujer que yo siempre hubiera querido ser. Era gallina amorosa con sus hijos, pícara gacela con su esposo y mono burlón cuando porfiaba con nosotros.
El día que supe que un barbudo le había separado, en el nombre del Altísimo, la cabeza de su orondo cuerpo dejé de creer en dios lo poco que ya creía. Ahora echo de menos su calentica 1, su diente de oro y todo el amor que desprendía. Y también añoro aquella confianza en la gente que nunca volveré a tener. Por todo eso, perdóname si siento recelo de los que portan banderas de colores.
 
1 La Calentica de Orán كرنتيكا ) ) es el brunch por antonomasia del noroeste de Argelia. La receta y el nombre tienen su origen en el pasado español de la ciudad y en el acento de sus antiguos habitantes, próximo al que todavía tienen la gente de Almería o Murcia. Hay variantes pero, de acuerdo con Fatima (y yo no soy quien para decir lo contrario), para hacer la verdadera Calentica hay que suspender medio kilo de harina de garbanzos en dos litros de agua de la fuente de Ain Mussa; cuando por fin consigues que la pasta esté bien ligada y sin grumos, le añades un vasito de aceite de oliva que no sea virgen (si lo pones virgen te saldrá fuerte) y tres huevos batidos de cualquiera de sus gallinas. Luego hay que ponerlo en un molde de lata, salarlo al gusto, pimentarlo con alegría, cargarlo de comino en polvo y, sin dejarlo reposar, hornear durante cuarenta minutos con brasas de madera de encina. Finalmente, le untas tomate y harissa... y a comer.

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