viernes, 30 de septiembre de 2011

Mi amigo Luis Felipe

Hace ya casi un año me pidieron que escribiera una editorial dedicada a un gran amigo mío. Lo primero que se me ocurrió fue muy serio y formal y, después de una relectura pausada, lo tiré a la papelera. Ese no era mi amigo. Mi amigo es un brazo de mar que odia los homenajes, y yo no podía hacerle esa faena. Éscribí entonces lo que sigue pero... fue considerado demasiado personal, demasiado informal y nunca salió a la luz.
Hoy lo he rescatado. Allá va.

Nuestra portada está dedicada en esta ocasión a un pequeño (muy pequeño) geco caboverdiano que acaba de ser descrito para la Ciencia: Hemidactylus lopezjuradoi. Curiosamente su nombre latino hace referencia a un hombre grande (muy grande).
Luís Felipe López Jurado, el presidente electo de la Asociación Herpetológica Española, desde diciembre de 1989 hasta el mes de octubre de 1997, es un tipo no diré que atractivo, pero sí entrañable… aunque su gran volumen, su voz de tenor capaz de dar el do de pecho, y sus maneras políticamente toscas le hayan hecho acreedor -entre los que lo conocen poco- de cierta fama de ogro feroz.
A los que, sin embargo, conocemos su inmensa capacidad de trabajo, su habilidad para adelantarse a los acontecimientos más inesperados y, sobre todo, su afinidad por las causas justas y su fidelidad sin condiciones, ese temor por el hombre grande (en todos los sentidos, …suponemos) nos produce una leve sonrisa de complicidad y un razonable "peor-pa-ellos".
Empezó en esto de la herpetología con las tortugas de tierra, los eslizones de la isla de Nueva Tabarca y otros bichos del sureste. Más tarde emigraría al desierto de Sonora, donde se dedicó a rastrear serpientes de cascabel muy cabreadas, a las que previamente había embutido con enormes emisores preconstitucionales, … y con la única ayuda de sus rollizos dedos. Todo un alarde de sangre fría y habilidad que, a pesar de los malos augurios proclamados por Tono Valverde -otro monstruo de la investigación y presidente en su día de la AHE-, nunca acabó en tragedia.
De México se trajo una tesis doctoral bajo el brazo y una sabiduría chamánica que le ha acompañado allá por donde ha ido y de la que sigue haciendo uso a diario. En su ya largo currículo se incluye el haber sido motor de la herpetología en España, impulsor de la conservación cuando la lista de anfibios y reptiles protegidos en nuestro país se resumía en tres especies, creador de centros de investigación y de alguna que otra ONG, y un explorador incansable. También se le conocen hazañas menos serias, como su participación (de estrangis, todo hay que decirlo) como piloto de rallies en un conocidísimo raid trans-sahariano, al volante de un Ford Fiesta de tercera mano cargado hasta los topes ¡Y todo para poder llegar a un lugar alejado de la mano de Dios donde se decía que había extraordinarios lagartos! Por cierto, que no quedó el último y llegó a adelantar -con gran jolgorio y toque de bocina- a algunos de los monstruosos 4 X 4 inscritos, ellos sí, en la competición oficial.
Luis Felipe es un tipo grande que, después de mil peripecias, ha vuelto a las tortugas de tierra, las mismas que en los setenta le hicieron abandonar sus estudios de medicina. Quiero proclamar por eso mi admiración por esos animalitos de andares pausados y caparazón abombado, que lo rescataron de entre los granos y las vendas para regalarnos a un tipo genial y a una fuerza positiva del universo.

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