lunes, 8 de agosto de 2011

De lagartos y fabadas

Compañeros y compañeras: hoy hablaré de lagartos y lagartas y de la fabada de lata.
Empezaré por los reptiles. Los lagartos y las lagartas nacen de huevos, viven una vida más o menos larga, llena de mordiscos, follan lo que pueden, y mueren sin ninguna dignidad pero, en gran medida, sin miedo ni rencor.No practican religiones. No se circuncidan el nabo, ni se rebanan el clítoris y, si pueden, comen bichos de cualquier clase y forma en viernes y fiestas de guardar … ¡¡¡incluso cuando es Cuaresma!!!
Tampoco miran a la Meca (salvo cuando lo hacen por casualidad), y adoptan la posición del loto con mucha dificultad y poca elegancia. Sin embargo, su mente puede estar tan vacía e iluminada como la del yogui más experto y piadoso… o el espectador adicto a telecinco.
No celebran comuniones (con el ahorro consiguiente), ni se devanan los sesos con pajas mentales (la de “Dios es uno y trino” es mi favorita …¡es tan musical!). Tampoco esperan otra vida eterna, ni cuarenta vírgenes. Por cierto, siempre me he preguntado si el quit de entrada al paraíso incluye un abrelatas, si las vírgenes siguen siéndolo después del primer día –en cuyo caso no te habrás comido un colín y mantendrás un enorme y eterno dolor de huevos-, o si están continuamente sometidas a reconstrucciones de himen, como las chicas pijas de Caracas…
En definitiva, nacen, viven y mueren sin resquemor ni clero. Sus reptantes vidas transcurren sin necesidad de abogados, psicoanalistas porteños o cirujanos plásticos, y nunca dan la sensación de estar arrepentidos de nada. Y para colmo, están mucho más cerca del suelo que nosotros.
¡Ah! Se me olvidaba… la fabada de lata es el único potaje en conserva que mantiene cierta dignidad (¿habéis probado el cocido? Dé-gou-tant!).

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